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Isabel Serra - La Tercera

25 / 03 / 2021

La plaza es mucho más que la estatua de Baquedano, es el lugar donde podemos observar fenómenos políticos, sociales, económicos que se traducen en el espacio, segregación, disputas, intercambios, encuentros y disensos. Pero tal vez lo más interesante en estos momentos de observar, es esa capacidad de atracción del centro, de congregación de personas y la transformación frente a nuestros ojos de un espacio a partir de sucesos históricos.

Antes del estallido, Plaza Baquedano era un espacio fragmentado, discontinuo y deteriorado, un espacio entregado desde hace décadas al automóvil privado, y donde la congestión, la contaminación y el ruido pasaron a ser elementos constitutivos del paisaje. En este espacio donde converge el río, el cerro y las vistas a las cordilleras, también coinciden no solo residentes, sino que trabajadores/as y estudiantes, ciudadanos y ciudadanas que llegan mediante diversos modos de transporte a sus actividades cotidianas. A partir del 2015 y en el marco del concurso Nueva Alameda Providencia, Plaza Baquedano esperaba ser intervenida como uno de los principales nodos de transportes de la ciudad.

Luego del estallido, la plaza evidencia una nueva realidad, a todo lo anterior, aparecen nuevos comercios, otros recorridos y modos, nuevos elementos y usos del mobiliarios urbanos, fachadas que hablan por sí solas, que se transforman en el texto que nos habla de un proceso histórico, la reserginficacion del centro, y el vacío que esperaba ser significado por el nuevo pacto social que se escribirá este año.